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ROQUE SILBA A LA MADRUGADA
(Cuento de Marcelo Lacasa, publicado en el libro La Naturaleza de Fedra y otros Cuentos)
Tiene la mirada franca y la esperanza fresca. Su silbido atraviesa la ciudad somnolienta y su humanidad recorre las calles detrás del agudo sonido que emiten sus labios. Se asemeja a Cristo, pero mejor alimentado; si uno lo observara a la distancia su imagen parece fusionada con las sombras tenues del amanecer; colgado de sus hombros, su eterno bolso se bambolea escondiendo quien sabe qué secretos. Dicen que lleva una cámara de fotos, un trípode, papel de dibujo, crayones y carbonilla, también el cano de escape de una moto que le robaron. Fue lo único que 1os 1adrones dejaron a modo de burla. Dicen también que ese bolso alberga además, alrededor de cincuenta piezas de cerámica que modeló con sus propias manos. Se llama Roque silba de madrugada, es escultor, pintor, dibujarte ama la música y es productor de lo que venga. Hay quienes asegurará que mantiene un perpetuo duelo con el diablo y sale a buscarlo al amanecer; el silbido es su santo y seña; tiene el pelo retinto y largo. Me contaron que en su bolso lleva incluso cuatrocientos folletos anarquistas y ropa usada que pide para entregar a los pobres; sobres no lleva y tiene sobradas razones para no mantener relaciones epistolares con nadie.
Quizás sean todas mentiras, salvo que Roque silba a 1a madrugada. ¿Les dije que se parece a Cristo?, acaso por eso, mucha gente desprevenida de su presencia al verlo de golpe suele lardar un injusto « ¡Jesús, María y José! »; Roque silba, sonríe y continúa camino ¿es feliz? Una vez me contó que sólo era feliz silbando con el fresco de la madrugada, que odiaba el verano y soportaba sin abrigo y con estoicismo el invierno. Una madrugada de Agosto, el frío calaba los huesos y Roque caminaba en mangas de camisa y como todo abrigo, un pañuelo de seda en vuelto en su cuello; fue entonces cuando se cruzó con un atildado empleado público que lo miró de pies a cabeza y le dijo: «eh… amigo, ¿no tiene frío, por qué no se pone una campera? Roque contestó la impertinencia con una humorada de Fontanarrosa: “Frío tengo lo que no tengo es campera”.
Roque suele esperar la madrugada en cualquier bar dispuesto a albergarlo. Por lo general se lleva bien con los mozos y los compensa con pequeñas esculturas a cambio de los cafés que no puede pagar. Cuando le dicen “Roque, es demasiado tarde...tenemos que cerrar”, él les responde “¡Que Va a ser tarde… Es demasiado temprano, son las cinco de la mañana!”! Pero no dice más nada, cuelga el bolso en el hombro se despide con una sonrisa, gana la calle y su silbido rasga el silencio amanecido.
Roque tiene muchos amigos y ningún enemigo; Roque tiene un talento tan inmenso como disperso; puede esculpir una Nereida en cualquier objeto abandonado o escupir sin culpa el óleo de un novel pintor; puede emocionarse ante una miniatura de Ferry Moore o lanzar una sonora carcajada en una tertulia de poetas ridículos. Como les decía, Roque puede pintar, puede dibujar, puede escribir, puede esculpir, ser solidario, amigo como pocos... y todo lo hace bien, porque lo hace todo, incluso silbar a la madrugada.
Tiene la mirada franca y la esperanza fresca. Su silbido atraviesa la ciudad somnolienta y su humanidad recorre las calles detrás del agudo sonido que emiten sus labios. Se asemeja a Cristo, pero mejor alimentado; si uno lo observara a la distancia su imagen parece fusionada con las sombras tenues del amanecer; colgado de sus hombros, su eterno bolso se bambolea escondiendo quien sabe qué secretos. Dicen que lleva una cámara de fotos, un trípode, papel de dibujo, crayones y carbonilla, también el cano de escape de una moto que le robaron. Fue lo único que 1os 1adrones dejaron a modo de burla. Dicen también que ese bolso alberga además, alrededor de cincuenta piezas de cerámica que modeló con sus propias manos. Se llama Roque silba de madrugada, es escultor, pintor, dibujarte ama la música y es productor de lo que venga. Hay quienes asegurará que mantiene un perpetuo duelo con el diablo y sale a buscarlo al amanecer; el silbido es su santo y seña; tiene el pelo retinto y largo. Me contaron que en su bolso lleva incluso cuatrocientos folletos anarquistas y ropa usada que pide para entregar a los pobres; sobres no lleva y tiene sobradas razones para no mantener relaciones epistolares con nadie.
Quizás sean todas mentiras, salvo que Roque silba a 1a madrugada. ¿Les dije que se parece a Cristo?, acaso por eso, mucha gente desprevenida de su presencia al verlo de golpe suele lardar un injusto « ¡Jesús, María y José! »; Roque silba, sonríe y continúa camino ¿es feliz? Una vez me contó que sólo era feliz silbando con el fresco de la madrugada, que odiaba el verano y soportaba sin abrigo y con estoicismo el invierno. Una madrugada de Agosto, el frío calaba los huesos y Roque caminaba en mangas de camisa y como todo abrigo, un pañuelo de seda en vuelto en su cuello; fue entonces cuando se cruzó con un atildado empleado público que lo miró de pies a cabeza y le dijo: «eh… amigo, ¿no tiene frío, por qué no se pone una campera? Roque contestó la impertinencia con una humorada de Fontanarrosa: “Frío tengo lo que no tengo es campera”.
Roque suele esperar la madrugada en cualquier bar dispuesto a albergarlo. Por lo general se lleva bien con los mozos y los compensa con pequeñas esculturas a cambio de los cafés que no puede pagar. Cuando le dicen “Roque, es demasiado tarde...tenemos que cerrar”, él les responde “¡Que Va a ser tarde… Es demasiado temprano, son las cinco de la mañana!”! Pero no dice más nada, cuelga el bolso en el hombro se despide con una sonrisa, gana la calle y su silbido rasga el silencio amanecido.
Roque tiene muchos amigos y ningún enemigo; Roque tiene un talento tan inmenso como disperso; puede esculpir una Nereida en cualquier objeto abandonado o escupir sin culpa el óleo de un novel pintor; puede emocionarse ante una miniatura de Ferry Moore o lanzar una sonora carcajada en una tertulia de poetas ridículos. Como les decía, Roque puede pintar, puede dibujar, puede escribir, puede esculpir, ser solidario, amigo como pocos... y todo lo hace bien, porque lo hace todo, incluso silbar a la madrugada.
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